En 2009, se publicó la primera Ley de Lenguas de la comunidad, que abrió una etapa de esperanza para el aragonés. Ante la sorpresa de los hablantes, va a ser sustituida por otra menguada.
Inmersos como estamos en una grave crisis económica, no nos extraña que para la mayoría de los aragoneses pase inadvertida la presentación en la Comisión de Educación, Universidad, Cultura y Deporte de las cortes de Aragón (BOCA-79/ 3-09-2012), del “Proyecto de Ley de uso, protección y modalidades lingüísticas propias de Aragón”, dando un plazo de 15 días para que los diputados y grupos parlamentarios puedan presentar las enmiendas que consideren oportunas.
“¡Otra vez con las lenguas! –exclamaran-, ¡como si no tuviésemos otros problemas!”. Y tienen toda la razón, porque en 2009 (Ley 10/2009, de 22 de diciembre) se publicó la primera Ley de Lenguas de las historia, que abrió una etapa de esperanza para el aragonés, pero, sin llegar a ser desarrollada en todos sus términos y ante la sorpresa de todos los hablantes, va a ser derogada y sustituida por otra mucho mas menguada.
Resonaran de nuevo en las Cortes las discusiones de los políticos, mas por cuestiones de forma que de fondo, aireando variopintos conceptos (“lengua aragonesa propia de las áreas pirenaica y prepirenaica, con sus modalidades lingüísticas; lengua aragonesa propia del área oriental, con sus modalidades lingüísticas..”), jugando con las palabras para no llamar a las cosas por su nombre. Al final saldrá un segunda ley llena de bonitas expresiones, cargada de buenas intenciones, que igual se convierten en meras utopías teóricas, jamás realizables.

A pesar de todas las vicisitudes, hemos conseguido llegar hasta aquí, contra viento y marea, contando todavía con muchos hablantes que usan el aragonés de forma habitual, varios millares que lo entienden, otros dicen palabras y expresiones de manera espontanea en pueblos y ciudades, valorando este importante patrimonio cultural y pensando que las lenguas son libres como las aves, que no entienden de fronteras ni de políticas. ¡No dejemos morir nuestra voz!
Fuente: Heraldo de Aragón (edición papel)
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