“ESCO ES UN ESTÍMULO PARA QUE OTROS PUEBLOS EMPRENDAN LA RECOGIDA DE SU TOPONIMIA”

Mikel Belasko es el autor y coordinador del libro«Toponimia de Esco», editado por la sociación Pro Reconstrucción de Esco, en memoria del pueblo que fue forzosamente despoblado en los años 60 del siglo pasado, a causa de la construcción del pantano de Yesa. Este cuarto número de la colección «Cuadernos de Esco», también participado por José Luis Clemente Sánchez, presenta una muestra de más de 200 nombres propios de la localidad, con el ánimo de recuperar el paisaje, la historia y el habla de sus antiguos pobladores.Precisamente, la ayuda de los vecinos de mayor edad de Esco resultó clave a la hora de conservar este importante legado, que en otras localidades se halla condenado a extinguirse. Autor de trabajos similares en la mayor parte de Navarra, Belasko considera que el trabajo de Esco es un ejemplo para la Jacetania y el Alto Gállego, y un estímulo para que las autoridades y los vecinos de ambas comarcas emprendan la recogida de su toponimia, antes de que desaparezcan sus últimos conocedores y sea demasiado tarde.

La disciplina de la toponimia, el conjunto de los nombres de lugar de una comarca, mantiene la fotografía más antigua de la naturaleza, la historia y el lenguaje de sus antepasados. De hecho, Esco está “castellanizado” -se habla castellano-, pero en sus palabras “se conserva un claro color aragonés”, explica Belasko. De ahí que “no nos extrañará” observar nombres como Cacaniellas, Hortiellos, la Variella, el Cinguiello o el Vallato.

“Son términos que nos recuerdan una época no demasiado lejana, donde la lengua aragonesa se habló nítidamente”, añade el investigador. El caso de Esco se salva de la quema y contrasta de una forma positiva con otras comarcas navarras y aragonesas, donde el idioma aragonés se ha ido perdiendo casi sin dejar rastro en la documentación escrita”. Por eso, trabajos como el del pueblo cercado por Yesa “sirven para conocer un poco mejor nuestro pasado lingüístico”.

Por suerte, «Toponimia de Esco» contó con la ayuda de los vecinos de mayor edad del pueblo, “los últimos depositarios de este legado secular que estaba condenado irremisiblemente a su desaparición”. Por el contrario, reconoce, se manejó “poca documentación histórica”, pese a existir documentos en algunos archivos. “Las personas somos los que pasamos rápido y hay trabajos para los que estamos en el último minuto para hacer una labor de interés”, dijo Belasko.

La zona más occidental de la Jacetania vive “una situación extrema”, tras perder su población en los años 60 a raíz de las obras de construcción del pantano. Por desgracia, la realidad en el resto de la comarca y en el Alto Gállego “no es mucho mejor”, a juicio del investigador. Esto se debe a que la toponimia “sólo la conoce la gente mayor”, mientras que los más jóvenes “no la conocen o, lo que es peor, ya no viven en la comarca”.

En la Alta Zaragoza, Esco solo “es una pieza en el puzzle pirenaico y jacetano”, una porción “que ayer no teníamos y hoy sí”. Esta pequeña pieza se compone de una colección de más de 200 nombres y “muestra una comunidad que habló aragonés hasta época tardía” y donde el euskera “no tiene una representación evidente”. “Ahora, interesa ir conociendo el resto de piezas, desde Tiermas hasta Candanchú, para ver sus diferencias y sus similitudes”, indicó.

Los nombres más antiguos se refieren a las localidades y los ríos, y muchos de ellos “no son de origen latino”, sino que los especialistas “ven relación con la lengua ibérica, el euskera antiguo y evidentes nombres célticos”. La toponimia menor, la que se recoge ahora en este libro sobre Esco, “nos muestra una pasado reciente aragonés y un presente castellano”, una situación que “podría extrapolarse con matices a otros muchos lugares de la comarca”.

En la publicación, se relaciona el habla del pueblo con la variante empleada en el valle de Ansó, aunque Belasko reconoce que se trata de “una comparación que hemos utilizado para llamar la atención sobre la extensión del aragonés fuera de los valles estrictamente pirenaicos”. “Por desgracia, no tenemos datos suficientes del aragonés hablado en Esco, pero, por lógica, la variante debió de ser similar a la denominada aragonés occidental”, afirmó el autor.

Con este estudio, sí se puede apuntar que los rasgos del aragonesismo en Esco “son notables y sistemáticos”. Cabe destacar la conservación del sufijo diminutivo -iello (Hortiellos), además de -eta y -ete (la Cruceta y el Pocete); de los aumentativos -aza y -azo (Los Menazos); el mantenimiento de sordas intervocálicas, como la Ripa, el Vallato, Articas, el Coscollar (no Riba, Vallado, Artigas, ni el Coscollar) y nombres como los Ibones, Planamayor, el Pullizar o la Corona.

En esencia, este trabajo de investigación, según el autor, “es un ejemplo para toda la Jacetania” y “un estímulo para que otras localidades de la comarca emprendan la recogida de la toponimia, antes de que desaparezcan sus últimos conocedores”. “Si un pueblo sin presupuesto alguno, sin casas y sin ningún bien material ha sido capaz de llevar a cabo este proyecto, ¡qué no se podrá hacer en las localidades vivas!”, exclamó Belasko.

Durante las últimas semanas, «Toponimia de Esco» fue presentado en Pamplona, Zaragoza y Jaca. En las dos primeras ciudades, sus autores se quedaron “sorprendidos por la respuesta y la unidad de los escotanos, después de 50 años de destierro forzoso”. Sin embargo, en Jaca, “no tuvimos la misma acogida y fue una pena porque esperábamos a gente de asociaciones similares a la nuestra, a las que queríamos contagiar con nuestro entusiasmo”, admitió.

Tanto el libro (compuesto de 56 páginas), como la fotografía aérea de Esco, se pueden conseguir de forma gratuita entodas las librerías de Jaca. También, se pueden descargar en la página web www.deesco.org. Para finalizar, Belasko agradece la financiación de Caja Navarra y el cometido de la Asociación Pro Reconstrucción, cuyo trabajo “es fundamental” para contar con una visión “más real y rica” de nuestro pasado lingüístico.

Fuente: El Pirineo Aragones

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