El pasado día 6 se publicaba en HERALDO la noticia de que el Tribunal Superior de Justicia de Aragón (TSJA) suspendía cautelarmente el currículo de Aragonés de Primaria. No entraré a valorar la sentencia, la acato y la respeto aunque no me guste. Pero sí comentaré la información que en el artículo se daba.
En primer lugar, que los colegios no se habían acogido a la posibilidad de impartir aragonés en horario escolar por no tener que cambiar de ortografía, lo que es incierto. No se han acogido porque al ser una novedad curricular, publicada en el mes de mayo, les ha sido muy difícil cuadrar todas las materias en el horario; y más el aragonés, que, como asignatura de libre configuración autonómica, presentaba mayor complejidad. Se decía también que veintiún centros habían decidido seguir enseñando aragonés como materia extraescolar para «evitar la imposición de la nueva grafía». Ya hemos dicho que esa no era la causa, pero es que únicamente hay diez centros de Primaria que imparten aragonés. ¿Cómo es posible entonces que la hayan rechazado veintiuno? Si a esto le añadimos que solo un par de profesores usan ya la grafía del 87, se verá cuán errada es la información y cuán atrevida.
Pero aún hay más. Se dice también que el currículo de 2005 ya otorgaba rango de asignatura al aragonés y que un centro de Jaca lo impartía «en la asignatura alternativa a la Religión». Lo único cierto es que ese colegio, el Monte Oroel, lo hacía así porque el servicio provincial de Huesca se lo había autorizado hace unos años, no porque se contemplara en tal currículo como asignatura con currículo propio. Pero es que el currículo vigente no era el de 2005, sino el de 2007.
Lo único existente para enseñar el aragonés son unas orientaciones curriculares sobre lenguas propias de la Dirección General de Política Educativa de octubre de 2007, que obviamente no tienen rango de currículo y que no le otorgan por tanto el rango de materia curricular.
Se dice también que la grafía usada tiene más de cuarenta años, pero ya hemos dicho que es ya minoritaria entre los ocho docentes de aragonés, pues muchos profesores puede decirse que usan la suya, preferentemente una adaptación de la castellana.
Pero es que hay más. En el CRA Río Aragón únicamente ha sido posible comenzar las clases de cheso y de ansotano cuando se les ha garantizado a los padres que no se enseñaría la 'fabla' y que no se usaría la grafía del 87. Por último, se destaca que la grafía del 87 es hija del I Congreso del Aragonés, lo que es cierto, pero se olvida decir que la del Estudio de Filología Aragonesa lo es del II Congreso del Aragonés, que se celebró en julio de 2006 en Zaragoza y Huesca y que cerró la etapa del primero. O sea, que no es hija de la iluminación repentina de cuatro amiguetes, sino de quienes fuimos elegidos en ese II Congreso para hacerlo. No voy a recordar la historia de Chuntos por l'Aragonés, el II Congreso, las actas publicadas de dicho Congreso y el proceso de elaboración de nuestra Propuesta Ortográfica, pero todo eso es así y es fácilmente comprobable.
Finalmente, comentaré la cita de un informante del artículo que manifiesta que el cambio de grafía «podría acarrear el desánimo de los alumnos y un defectuoso aprendizaje del aragonés». Lo que produce sin duda un defectuoso aprendizaje es usar una grafía que no tiene en cuenta el origen de la lengua, el latín, lo que la aparta de la tradición de las lenguas romances; y que lo aparta también de la tradición escrita del aragonés medieval, que fue lengua culta de la Corona de Aragón. En nuestra opinión, es deformante que los alumnos deban escribir 'bitamina', Istoria', 'bino', 'ipotesis', `güebos' (sic), `zercustanzias', 'alministratibos', `estrumentos', 'entrepolazión', `oserbanza', 'premitir', `monezipar, `inorar' y otros disparates sin cuento. Se trata de una ortografía que sigue en gran parte el modelo de la castellana, pero que renuncia al uso de la grafía uve, de la ce como sonido interdental y al de la hache.
Pero si deformante nos parece esa norma ortográfica, más nos lo parece el modelo de lengua desarrollado, o sea, la 'fabla'. Ese término, que significa 'habla', se tomó del modo de denominar los chesos a su dialecto, el cheso, como 'fabla chesa' y de ahí 'fabla aragonesa', que por elipsis ha dado 'fabla'. En ese modelo, aparte de mezclar elementos de las diversas variedades a conveniencia en un revoltijo, han elaborado adaptaciones de voces castellanas deformándolas para establecer una diferencia con ellas y ganar en identidad. En ese despropósito, han vocalizado los grupos cultos, que han adaptado las lenguas romances conservándolos, y así 'aspecto' se convierte en 'aspeuto', 'defecto' en `defeuto', 'prospecto' en 'prospeuto', 'inepto' en 'ineuto', 'perspectiva' en 'prespeutiba' y `Neptuno' en 'Neutuno', etc. Y voces como 'nesezario' o 'pograma', en vez de 'necesario' y 'programa', completan un modelo estrambótico de lengua que han rechazado y rechazan los hablantes nativos (entre los de la 'fabla' no hay ninguno) por resultar extraño a cualquier variedad. En fin, que parecen sacadas de un repertorio de Paco Martínez Soria para provocar la carcajada.
Por último, a quienes se presentan como paladines de la defensa del aragonés y han propiciado este recurso, les recordaré que de los ocho profesores que hoy imparten aragonés, siete los han puesto gobiernos del PP-PAR, aunque otros quieran llevarse las medallas. Y a este Gobierno, mi agradecimiento por su valentía y sensibilidad por intentar llevar a la escuela en condiciones de igualdad y de dignidad nuestra lengua. No reblaremos.
Por Manuel Castán Espot, presidente del Estudio de Filología Aragonesa
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