La leyenda de la Campana de Huesca ha llenado cientos de páginas, ha dado forma a decenas de pinturas e incluso ha puesto letra a una zarzuela. Y aunque su historia es de sobras conocida, todavía faltaba hacer "una compilación de todos esos trabajos, publicaciones y artículos que andaban dispersos". Así lo considera el historiador Miguel Martínez Tomey, que se ha ocupado de dar respuesta a esta demanda con la publicación de La campana de Huesca. Razón de Estado aragonesa, un libro editado por Aladrada Ediciones que pasa a formar parte de la colección Biblioteca de las Lenguas de Aragón.
Autor y editor se citaron ayer en el museo de Huesca para presentar al público este nuevo título, con el que Martínez rescata un cantar medieval que narra la conocida leyenda aragonesa.
El historiador analiza el contexto de este catar y reflexiona sobre los aconteceres de la época en un libro que recupera un documento de singular interés en el apartado histórico (porque recrea el pantanoso terreno donde confluyen historia y leyenda, realidad y ficción) y en el ámbito literario y filológico. Se trata del capítulo XX de la Crónica de San Juan de la Peña, que contiene los versos de un antiguo cantar que narra la conocida leyenda de La Campana de Huesca, sucedida en los primeros tiempos de reinado de Ramiro II el Monje.
La versión aragonesa de dicha Crónica prosifica este poema que, tras sucesivas investigaciones y aportaciones de Antonio Ubieto y Manuel Alvar en las décadas centrales del siglo XX, quedo constituido con sesenta y ocho versos, más una versión árabe.
Es un cantar de gesta, dentro de un libro de historia, y supone una muestra relevante de utilización de una lengua autóctona, el aragonés, y de su coexistencia con otras lenguas en época medieval. Según Martínez, se trata del “primer romance de la literatura medieval aragonesa”.
En La campana de Huesca. Razón de Estado aragonesa el autor ofrece un análisis de la situación: “Estamos en un momento en el que Alfonso el Batallador ha muerto, dejando un testamento absolutamente despegado de la realidad y, como no tiene descendencia, es su hermano Ramiro II el Monje el que le sucede. El problema es que es un clérigo y, evidentemente, hay una gran desconfianza acerca de su capacidad para gobernar el Reino”.
“Es un momento complicado, continua el historiador, porque la autoridad del monarca estaba por los suelos y lo que se está ventilando son muchas cosas, no sólo la continuidad de la dinastía aragonesa, también la de Aragón como proyecto político”.
Estos acontecimientos se ponen en relación con el cantar de una manera “muy clara”, asegura Martínez, quien apunta que, “posiblemente, el cantar se divulgó en tiempos muy posteriores, un siglo después, cuando gobernaba Jaime I”.
La razón de que se divulgara cien años después, explica el historiador, “es que fue como una especie de recordatorio, promovido por el entorno del rey, a modo de advertencia hacia los nobles de la Corona de Aragón que, de alguna forma, les avisaba de que podían llegar a correr la misma suerte que aquellos que se levantaron contra Ramiro II el Monje”.
Éste y otros muchos episodios dan forma a La campana de Huesca. Razón de Estado aragonesa, un libro que bebe de fuentes bibliográficas de probada validez como Manuel Alvar, Antonio Ubieto o José Luis Corral, y que ha devuelto a Miguel Martínez su vocación de historiador.
Fuente: Diario del Alto Aragón (edición papel)