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LA ÚLTIMA OPORTUNIDAD PARA UN IDIOMA AGONIZANTE: LA ACADEMIA D’A LUENGA ARAGONESA

Con fecha del pasado día 5 de abril el Boletín Oficial de Aragón (núm. 77, decreto 87/2011) hizo pública la aprobación de los estatutos de la esperada Academia de la Lengua Aragonesa (en todo momento referida en su denominación castellana), un hecho que supone la oficialización del organismo que en exclusividad asumirá a partir de ahora la autoridad lingüística del aragonés. Se acaban así con más de tres décadas en que este minoritario idioma románico ha navegado entre la apatía y el olvido de gran parte de los hispanistas locales, la vacilación y el escepticismo de los sucesivos gobiernos autonómicos, y el activismo y el voluntarismo de un movimiento asociacionista, que ante la falta de una decidida actuación institucional (ora universitaria ora gubernamental), ha venido llevando a cabo numerosas acciones que serían propias de una Dirección de Política Lingüística, intentando incluso desempeñar el papel de ente regulador del idioma, como es el caso del Consello Asesor de l’Aragonés en el año 2000 –iniciativa unilateral del Consello d’a Fabla Aragonesa, sito en Huesca– , o del Estudio de Filología Aragonesa-Academia de l’Aragonés, creado en Zaragoza hace un lustro, pero con un apoyo social y asociativo mucho más amplio.---Al mismo tiempo que esto ocurre se han conocido extraoficialmente los nombres de los primeros académicos de dicho organismo elegidos por el Consejo Superior de Lenguas de Aragón, que en un principio se ha establecido en nueve, y que están a la espera de ser ratificados por parte del Gobierno de Aragón (posiblemente cuando este artículo sea publicado ya serán oficiales sus nombres). Sin duda, una lista reducida, aunque de perfiles variados, en la que no figuran algunos personajes señalados vinculados a uno de los sectores implicados, la Sociedat de Lingüística Aragonesa, cosa que de no rectificarse nos hace pensar que este largo caminar hacia la recuperación del idioma se verá mermado. Por ello, ante la coyuntura actual, y nuevamente preocupados por el devenir de nuestro idioma y por el modus operandi con el que sus primeros pasos de planificación lingüística se están llevando a cabo, queremos volver a reflexionar (con la mejor de nuestras voluntades y sin representar a nadie –aunque de lo contrario habrá quién nos acuse–) sobre algunas de las decisiones que deben priorizarse urgentemente a nuestro parecer, a fin de minimizar en la medida de lo posible los conflictos que sin lugar a dudas se plantearán de inminente en el seno de esta academia, puesto que ellos suponen una grave amenaza para encarar el inaplazable proceso de normalización y normativización lingüística del idioma aragonés, que aunque dificultoso (miren sino tiempo atrás) no por ello es inalcanzable.

Conseguida pues, la aprobación de la Academia d’a Luenga Aragonesa (permítannos que lo escribamos a partir de ahora en la que deberá ser su única denominación oficial, o en una de sus posibles en aragonés), y esperamos que en breve de manera oficial su primera composición de miembros, es necesario, cuanto menos, acatar y respetar la decisión de los miembros del Consejo Superior de las Lenguas de Aragón y del Gobierno. Así pues, entre los miembros propuestos para formar el primer pleno de la Academia contamos con personalidades tanto de la Universidad de Zaragoza o vinculadas a ella, que son los doctores en filología Francho Nagore, Chesús Vázquez, María Luisa Arnal y María Pilar Benítez, como del asociacionismo en defensa de la lengua que representan Marta Marín (Bisas de lo Subordán, de Echo), Juan José Segura (Estudio de Filología de Aragón, EFA), Quino Villa (EFA, escritor chistabín), Chabier Lozano (EFA, especialista en el belsetán), Manuel Castán (EFA, del Valle de Benasque), aparte de Nagore y Vázquez, que al mismo tiempo son componentes destacados del Consello d’a Fabla Aragonesa (CFA). Mi más sincera enhorabuena a todos ellos. Una lista heterogénea, no sólo en perfiles académicos y currículos, sino en maneras de concebir la lengua: hay lingüistas especializados en algún dialecto aragonés y conocidos “parladors” de su variedad local, distinguidos escritores y meros consumidores de literatura autóctona, y hablantes nativos y elogiables neohablantes (porque ¿fue ser “patrimonial” un requisito previo para que el mejor conocedor del aragonés, el francés Saroïhandy, lo estudiara? ¿o condición sine qua non para los académicos de la Lia Rumanstcha, el Osservatori Regjonâl de Lenghe e de Culture Furlanis o la Academia del Idioma Hebreo?). En definitiva una nómina de aragoneses preocupados por este milenario idioma, en donde todas las caras, perfiles y sensibilidades son, debido a su precaria situación sociolingüística, muy importantes.

Sin embargo, no por ello nos deja de sorprender notablemente que algunas figuras claves en el estudio y/o el cultivo de nuestra lengua no estén ya presentes en esta academia, cuando a priori deberían haber contado con el firme apoyo de un sector considerable de los miembros de las cuatro entidades directamente implicadas en este objetivo, y representadas en el Consejo Superior de Lenguas: la Universidad, el Consello, el Estudio de Filología Aragonesa y la Sociedat de Lingüistica Aragonesa. Aun así (no sabemos el porqué, nos preguntamos si el reducido número inicial de académicos o las preferencias de los miembros menos familiarizados con este idioma en el Consejo hayan podido ser el causante) ni Ánchel Conte, patriarca de las letras en aragonés, ni José Antonio Saura, doctor en Filología y máximo especialista en el benasqués (variedad que debe recibir una especial atención, tal como se desprende de algunos puntos de la Ley de uso, protección y promoción de las lenguas propias de Aragón, y de los propios estatutos de la Academia) ni Xavier Tomás Arias, escritor y filólogo especialista en el ribagorzano y el sobrarbés, los tres miembros de la Sociedat y de crédito indudable, están representados en esta academia (¡ni siquiera uno de ellos!). A pesar de esto, nos consta de manera fehaciente la predisponibilidad que tenían en participar en el nuevo ente normativo, y no sólo por ello, sino por su solvencia, su significación en el movimiento de la lengua y sus afinidades con otros colegas en lo que respecta al estudio y defensa del aragonés, nos apena tremendamente el hecho de que sus nombres no aparezcan en la nómina de los académicos noveles.

A pesar de ello, nos gustaría pensar que los primeros miembros de la Academia d’a Lengua Aragonesa serán conscientes de este grave vacío y que en un acto de generosidad hacia estos compañeros de viaje, considerarán de inmediato su admisión en dicho ente normativo. Sin duda no creemos que a estas alturas nadie ponga en tela de juicio que su presencia contribuirá decidídamente a aumentar el prestigio de la que debe ser –no lo olvidemos– una entidad respetable y respetada tanto por las instituciones políticas y la Universidad como por las asociaciones, editoriales, profesores y hablantes de aragonés en general. En este sentido, opinamos que actuando así, los miembros de esta academia darán, indudablemente, una gran lección de humildad y buena voluntad (tan aguardada durante años) a todos los que hemos seguido este largo proceso, demostrando una vez más que ese espíritu de “unión” de Chuntos por l’aragonés, que germinó en el II Congreso de l’Aragonés en julio de 2006, y en donde se pedía “comprensión y apoyo”, cobra más significado que nunca, y que esas palabras tan emocionadas de Manuel Castán en tales jornadas, en que afirmaba que “tot el que ha quisto ha teníu la posibilidat d’exposar el suyo parixer”, están plenamente vigentes en la actualidad y no han caído en saco roto. Las herramientas se tienen, porque los estatutos de la Academia permiten ampliar el número de miembros, la coyuntura actual lo hace posible, pero sobre todo, el sentido común y la mirada puesta en el futuro del idioma lo demandan imperiosamente. Recuérdese que años atrás se pedía la presencia de miembros de la Universidad en una futura academia (no iban desacertadas, por tanto, las declaraciones de los impulsores del II Congreso y también los de la Sociedat, que la mantenían como condición sine qua non para formar parte) y ya los tenemos. Perfilemos, por tanto, con la presencia de estos relevantes compañeros, o al menos con la necesaria visión de la Sociedat por medio de alguno de ellos de momento, esta deseada academia.---Estamos más que convencidos que hacerlo será más que positivo para el apuntalamiento de nuestro idioma, porque de lo contrario esta academia nacerá notablemente desfavorecida. Para ello permítannos explicarnos. Somos perfectamente conscientes de las rivalidades, recelos, resentimientos, desconfianzas y pataletas que determinadas y controvertidas figuras, sobre todo de la Universidad de Zaragoza y del Consello d’a Fabla Aragonesa, han protagonizado a lo largo de estos 30 años (evitamos citar nombres porque a estas alturas es una evidencia para cualquier persona que haya seguido la historia reciente de este idioma), y que aun hoy hay quien piensa que el aragonés sólo puede ser concebido de una manera en concreto, según su inamovible y entorpecedor punto de vista. También sabemos que factores intrínsecos a los humanos (amistad, miedo, connivencia, orgullo, respeto…) hace que muchos de nosotros no hayamos expresado nuestra opinión en determinadas ocasiones con el fin de evitar la confrontación con alguien a quién respetamos, aunque no compartamos con él sus ideas. El movimiento del aragonés desde hace más de una década viene reflejando precisamente esto mismo, una lucha de poderes, lealtades y silencios, un querer y no poder que algunos, llevados por el hastío, han afrontado valientemente, provocando la división y la confrontación entre seguidores de una u otra personalidad (léase también entidad y modelo lingüístico) que, justamente, como ustedes deben saber, ha generado nuevas asociaciones y por ende ha ralentizado la consecución de consensos y acuerdos globales (parece que imposibles en el pasado), los cuales hubieran facilitado enormemente la difusión del idioma en cuanto a su uso y enseñanza hace años. Por ello no caigamos nuevamente en la trampa que significa pensar que con la elección de esta academia un sector ha ganado y otro ha sido derrotado, en que lo mío es mejor que lo del otro, y en que las cosas ahora habrá que hacerlas de esta manera porque antes no se nos dejó hacerlas de otra. La vanagloria, la notoriedad, la no autocrítica y la revancha desgraciadamente, nos llevaría a repetir el error (siempre humano, ¡ay!) que cometieron aquellos a quién tanto hemos criticado. No es el camino, repetimos, no, en absoluto.

Y ello no significa que el trabajo de los académicos no esté exento de críticas –sin duda las habrá y no tardarán en escucharse incluso desde dentro– pero no demos argumentos a los que se han destacado por esas actitudes antidialogantes e inmobilistas que tanto daño han causado al aragonés. Todos, absolutamente todos, meros hablantes y destacados estudiosos (con o sin vastos currículos), son necesarios ahora mismo en el proceso de normalización del aragonés. Y ya es hora de hablar claro y de decir que se equivoca de manera descomunal quién piense que en este elenco de primeros académicos Francho Nagore era prescindible, o Marta Marín y Castán innecesarios por ser simples hablantes de una variedad dialectal; o quién rechaza a Segura Malagón porque no es licenciado en filología (¿lo fue acaso el catalán Pompeu Fabra?) y prefiere a Arnal o Benítez porque –aunque usen poco el idioma en público– tienen publicadas monografías dialectales; o quién no considera a Vázquez Obrador por su aragonés tan peculiar a pesar de ser el mejor toponimista del aragonés, mientras se olvida de un Ánchel Conte que es un símbolo para nuestras tan exiguas letras.---El aragonés no es patrimonio exclusivo de nadie, ni del Consello (nunca lo fue), ya que afortunadamente esta pionera asociación ha contribuido en estos 35 años de existencia a la aparición de más voces, a engrandecer un abanico más amplio de aragoneses preocupados por su idioma autóctono, todos ellos indispensables en este momento para afianzar el futuro de una lengua tan minoritaria y minorizada, repito, minoritaria y minorizada como la nuestra, sin que ello signifique que lo fue o ha sido del Estudio de Filología Aragonesa o de cualquier otra asociación posterior. El EFA fue un elogiable intento que fracasó en su objetivo de configurarse como academia de la lengua, aunque nadie cuestiona que la presencia de cuatro de sus miembros en el nuevo ente regulador del idioma es notable y será decisiva. Pero si en su día los miembros del EFA, por medio del II Congreso, demandaron repetidas veces la necesaria presencia de todas las partes implicadas en la planificación lingüística del aragonés, ahora me cuesta creer que se nieguen a propiciarla. Quedarían en entredicho porque en este momento se dan las mejores condiciones que se jamás se hayan tenido. En este sentido, a raíz de la elección de los primeros académicos, y a pesar del resultado final, tenemos el presentimiento de que algunos miembros del Consejo dejaron a un lado los intereses del sector que representaban, y debieron plantear listas de consenso, aunque ello significara la aceptación de miembros que o con los que estarían ideológicamente enfrentados. Si así ha sido, esto es una decisión que les honra y un acto de reconocimiento pero también de humildad hacia aquellos compañeros que a veces no la han tenido. Aún así, no lo sabemos con certeza; sólo la publicación algún día de las actas nos dirá si estábamos errados o no con esta intuición.

Por otro lado hemos de recordar que la neófita Academia de la Luenga Aragonesa tiene una misión, y deberá por ello llegar a acuerdos y tomar decisiones sobre el idioma, como en el ineludible tema de la ortografía oficial. Y por ello nadie se rasgue las vestiduras o haga ejercicios aritméticos para saber si tal o cual tendencia saldrá adelante o no, porque de lo que no hay duda es que las Normas Gráficas de 1987 ya no son operativas (aunque han sido una herramienta útil que ha cumplido una importante función estratégica, y ello siempre haya de reconocerse, seamos objetivos y sensatos) al no ser compartidas ni usadas por gran parte de los implicados en la protección y cultivo del aragonés: Universidad (casi unánimemente), EFA y Sociedat, sensibilidades, las dos primeras, representadas en la Academia, no así la última. Asimismo tampoco creemos que la propuesta gráfica de la EFA –a la que hemos mostrado nuestra adhesión– sea la definitiva, pues sería un error supino que la Academia de la Llengua Aragonesa (ALA) no presentara la suya propia, nueva y definitiva, producto ahora de un proceso y un acuerdo oficial. Aun así, tenemos el convencimiento pleno que la ortografía resultante será muy cercana a las elaboradas tanto por la Sociedat (asociación a la que de momento se le impide la posibilidad de debatirla al no contar, insisto, con representantes en la ALA) y por la mencionada entidad, ambas muy similares. No es lugar este para debatir los muchos pros y los pocos contras de ésta última –según nuestro parecer– pero sin duda en el campo de la adaptación de los cultismos y extranjerismos vemos más que necesaria una ligera revisión que simplifique algunos puntos de la propuesta del EFA, pues opinamos que no es nada coherente argumentar el rechazo del uso de ge, gi etimológicas por no ser práctico –cosa totalmente cierta– para los hablantes (escolarizados en castellano), y en cambio pretender que estos mismos escriban ascientifico, scena, dubda, olfacto y pneumonia.

Para acabar nos gustaría recordar que en el mundo de los humanos hay polémicas, fricciones y disensiones, y de ahí que también las haya en el del aragonés, aunque éstos deberán de enfocarse ahora con principios diferentes y en un nuevo escenario: la representatividad y el debate que conlleva la democracia, gracias a la cual por fin todas las partes implicadas (o casi todas –reiteramos en que antes habría que sumar todas las sensibilidades) tendrán el derecho a opinar y a trabajar. Y no olvidemos que posiblemente más que opiniones saludablemente democráticas, también hayan –porque ya las han habido en el pasado y continúan habiéndolas– polémicas marcadas por el interés de quienes están en contra de todo lo que signifique avanzar o cambiar para mejor (¡ojalá nos equivoquemos!). Y es que cuando parece que algo progresa con el acuerdo de todos (o de una mayoría) siempre surgen resistencias de sectores contrarios a cualquier avance. Afortunadamente ahora la Academia de la Lluenga Aragonesa se mueve en el marco de la democracia, la legalidad y esperemos que en el del pluralismo absoluto, y por ello sus miembros habrán de vivir dichas polémicas, darles respuesta y seguir trabajando. Deseamos ver a todos ellos, los que están ahora propuestos, los que pensamos que deberían estarlo de inmediato, y los que lo estarán en el futuro (puesto que habrá sitio para más gente, por supuesto), subidos en un mismo tren, porque no cabe la menor duda de que éste será el último que podrá tomar el aragonés. Creo que por su esfuerzo y su trabajo (seamos, a pesar de todo, indulgentes con sus errores; un último intento, por favor) todos ellos se lo merecen. Y el aragonés, sin duda.

Lluís-Xavier Flores Abat
University of Kent at Canterbury (Reino Unido)
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Lo primero de todo, dar las gracias a Lluis-Xavier por ponerse en contacto con nosotros para que publiquemos un artículo suyo, continuación a el que ya pudisteis leer aqui y en la Revista 89 de Guayente, pachina 9.

Y segundo, como alguno de vosotros no conocerá a Lluis-Xavier, aquí tenéis un pequeño C.V.:

Lluís-Xavier Flores Abat, Alicante (1975). Licenciado en Filología Catalana. Actualmente es doctorando y ejerce como profesor de lenguas española y catalana (en calidad de lector) en la “School of European Cultures and Languages”, de la Universidad de Kent, en Inglaterra, donde prepara la introducción en el curso 2011-2012 de la asignatura “Aragonese Culture and Language”. Ha presentado diferentes comunicaciones en las Trobadas d’Estudios e Rechiras d’a luenga aragonesa (Diputación de Huesca – CFA), Encuentro "Villa de Benasque" sobre lenguas y Culturas Pirenaicas (Universidad de Zaragoza – DGA) y II Congreso de l’Aragonés (Chuntos por l’Aragonés - DGA) y es autor de varios artículos sobre lingüística y etnolingüística aragonesa y catalana (revistas De Lingua Aragonensi, Fuellas, Ruxiada, Gaiteros de Aragón…). Dirige desde su fundación en el año 2000 la Revista Valenciana de Folclore, y es autor de una narración breve en benasqués titulada Amargor (revista Guayente, 77). Habla 6 idiomas: español, inglés, francés, portugués, catalán y aragonés.

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