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Tras los pasos del chistabino.

En torno a 200 personas mantienen vivo este dialecto aragonés que se habla en el pueblo pirenaico de Gistaín (Huesca).

Quienes todavía lo utilizan a diario no le dan mucho tiempo. El chistabino, una variedad del aragonés que se habla en Gistaín, pueblo ubicado en el Pirineo Oscense, tan solo perdura gracias a unas 200 personas que lo siguen utilizando en su día a día.

En la casa de turismo rural ‘Fontamil’, los letreros, las indicaciones y los botes de conserva de los patés y mermeladas caseras que sirven a sus visitantes todavía aparecen en chistabino. A sus 30 años, Fanny Villa, hija del matrimonio que lo regenta, asegura que en su grupo de amigas se sigue utilizando este dialecto. “Desde pequeñas siempre lo hemos oído y utilizado, para mí es mi lengua, aunque también aprendimos a hablar en castellano en la escuela”, recuerda.

Un detalle que despierta la curiosidad de muchos de los visitantes que se acercan hasta la pequeña localidad pirenaica. “Muchos nos preguntan por palabras y otros dicen que se parece al valenciano”, añade Villa. Sea como sea, asegura que no deja indiferente a nadie.

Además, afirma que entre los vecinos es la forma de comunicarse habitual, incluso de los más pequeños aunque, lamenta, cada vez menos. “Los niños todavía lo entienden pero ya ha cambiado el chip”, añade. En la actualidad, Gistaín tan solo cuenta con 6 niños y unos 140 habitantes.

“Nuestra generación sí que ha seguido manteniendo la tradición, pero entre la gente joven ya no es lo mismo. En varios pueblos de la zona se sigue enseñando aragonés pero como mucho una hora a la semana”, afirma Villa, quien reconoce que en los últimos años se ha extendido un “especial interés por recuperar las lenguas en la zona”.

Sin embargo, y aunque el uso del aragonés se mantiene vivo en distintos rincones del Pirineo, la vecina de Gistaín asegura que cada valle tiene su peculiaridad: “para nosotros es una parte muy importante del territorio en el que vivimos, la nuestra, por ejemplo, tiene mucha influencia del francés”.


Además, con las nuevas tecnologías y la rápida evolución del mundo, numerosas palabras caen en desuso, aunque se incluyen términos actuales. “Un ordenador o un ‘selfie’ no tienen traducción por lo que vamos incluyendo esas palabras. 

No hay una academia del chistabín”, bromea. “En mi casa mis hijos hablarán chistabín. Y siempre que haya gente que lo hable será un idioma vivo”, concluye.

Un amor por el dialecto de sus antepasados que le viene de familia. Su padre, Ángel Villa, es uno de los fundadores de la revista trimestral ‘El Alcaugüé’ de la Junta cultural Las Fuens. “Nace con el objetivo de recuperar ciertas costumbres y tradiciones, y la lengua era una de las cosas a tener”, asevera.

De hecho, en sus páginas se entremezclan reportajes y entrevistas en castellano y chistabino indistintamente. Hoy cuentan con un centenar de suscriptores repartidos por Aragón y otros puntos de España e incluso Francia. “Entre las secciones tenemos ‘Rimedios d`antes, algo de gastronomía tradicional aragonesa y entrevistas a gente mayor”, explica Villa.

En su opinión, se trata de un dialecto al que le quedan, “como mucho, un par de generaciones”. “Para nosotros es nuestro medio de comunicación y no se puede entender nuestro día a día sin él pero tiende a desaparecer”, reconoce, a pesar de que sus padres ni siquiera conocen el castellano.

Leer en chistabino

Precisamente hace dos años, un profesor de la Universidad de Barcelona, Brian Mott, publicaba una edición totalmente renovada de su ‘Diccionario etimológico chistabino-castellano / castellano-chistabino’. La obra, que le llevó más de 15 años de trabajo, supuso el primer intento serio de abordar el léxico y la gramática del chistabino con más de 5.400 entradas.

Quino Villa, hermano de Ángel residente en Jaca, también ha aportado su granito de arena a la lucha por el mantenimiento y la recuperación de su lengua materna de la mano de varias publicaciones. “Hasta la fecha he publicado dos novelas, un libro de relatos y otro de poesía”, enumera. “Tiene muchas particularidades, pero sin duda una de las más curiosas es la ironía. El montañés juega mucho con esto aunque algunas veces no se entiende”, asegura.

En su opinión, esta paulatina desaparición del chistabino guarda relación con el cambio de vida y la pérdida de los oficios y trabajos de toda la vida: “Hay muchas expresiones que provienen de las labores del campo y que, fuera de ahí, no se entienden igual. Se pierden muchos matices y la esencia del lenguaje”, concluye

Fuente: heraldo.es


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