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LA ORTOGRAFÍA DE L.A.P.A.P.Y.P.

Las asociaciones y colectivos abajo firmantes nos vemos en la obligación de expresar nuestra más honda preocupación por el contenido de parte del borrador de la Orden para el Currículo de Educación Primaria dado a conocer por la Consejería de Educación, Universidad, Cultura y Deporte, publicado en el BOA el pasado 9 de mayo, en lo concerniente a la lengua aragonesa.

En primer lugar, debemos hacer partícipe al pueblo aragonés de nuestra perplejidad ante el hecho, ciertamente insólito, de que sean esas mismas instancias oficiales que niegan la existencia unitaria de nuestra lengua hasta el punto de escamotearle su denominación histórica (el nombre de aragonés, comúnmente aceptado por la comunidad científica internacional) las que justamente ahora se apresuren a imponer, de forma arbitraria y unilateral, una grafía que carece de toda tradición y se encuentra, por consiguiente, bastante alejada de lo que debería ser una norma unánime.

Dicha decisión resulta si cabe más inaudita al constatar que desde el Gobierno de Aragón no se ha dado por el momento ningún paso tendente a la promoción de un modelo de lengua común de referencia que permita que el conjunto del idioma (incluidas todas y cada una de sus modalidades) pueda superar los límites del ámbito comunicativo local y costumbrista al que se le está condenando y llegue a tener, en consecuencia, una posibilidad, por remota que ésta sea, de supervivencia.

Las normas ortográficas que consagra la Orden del Gobierno PP-PAR para esa lengua que denominan LAPAPYP son a todas luces polémicas y ampliamente discutibles si tomamos en consideración tres criterios básicos y primordiales como son el técnico, el democrático y el histórico.

Técnicamente y desde el punto de vista de la codificación lingüística, hay que resaltar que la propuesta incumple como mínimo dos principios fundamentales: el principio de adecuación y el principio de simplicidad. El sistema ortográfico que ahora se nos intenta imponer no sólo no se ajusta a la lengua hablada sino que, empleado de forma sistemática, la falsea y puede incluso llegar a suplantarla. Su extrema complejidad (sus ínfulas cultistas, sus pretensiones etimologicistas...) está llamada a ocasionar un divorcio insalvable entre los usuarios de la lengua y el modelo escrito resultante de su aplicación.

En cuanto a la génesis y el carácter del sistema ortográfico del Estudio de Filología Aragonesa (que no Academia, como se autodenominan, pues la propia DGA se lo prohibió en 2006) debemos apuntar que presenta un gran déficit democrático. A diferencia de lo ocurrido con la grafía histórica del 87, esta nueva propuesta no surge ni de un congreso convocado ex profeso ni de un proceso de discusión y consenso lo suficientemente plural y abierto.

Estas reglas constituyen la apuesta unilateral y extemporánea de una única asociación (o, si se quiere, de dos de ellas que comparten a gran parte de sus socios). Para su elaboración no se ha tenido en cuenta ni al resto de las asociaciones y colectivos implicados desde décadas en la defensa, promoción y dignificación del aragonés ni a ningún otro sector significativo de usuarios de la lengua.

Asimismo tampoco se ha recabado la opinión de aquellos filólogos que atesoran las más profundas y dilatadas trayectorias académicas sobre el tema ni el parecer de los escritores que cuentan con una mayor proyección artística y que, en aragonés como en otras lenguas, son usuarios altamente competentes y verdaderos artífices de modelos literarios y también lingüísticos. En definitiva es un sistema ortográfico, gestado al margen del diálogo y del conocimiento, que carece, por tanto, de toda legitimidad científica y democrática.

En cuanto a la trayectoria histórica de dicho sistema gráfico es necesario consignar que es reciente y extremadamente breve. Hasta tal punto lo es que a día de hoy se ha publicado un único libro con estas normas. Uno solo frente a los cientos de volúmenes (entre el 90% y el 95% del total de los editados desde la década de los 70 del siglo pasado) impresos con la ortografía común establecida definitivamente en 1987.

La imposición de las nuevas pautas conllevaría al menos dos consecuencias ciertamente perversas. Al carecer de textos didácticos de referencia (todos los materiales didácticos editados están publicados con la grafía del 87) nos tememos que esto pueda generar una enloquecida carrera de precipitadas ediciones que intenten subsanar esta carencia. Por otro lado, con esta medida se corre el riesgo de que puedan quedar excluidos del sistema educativo y de la oficialidad la inmensa mayoría de los autores y obra, tanto en aragonés común como en las diversas modalidades geográficas, de los últimos cuarenta años o más, consumando así la estrategia de negacionismo histórico iniciada estos últimos años precisamente por estos mismos colectivos y personas que impulsan la norma ortográfica que estamos cuestionando.

Por todo lo cual, instamos a la Consejería de Educación y Cultura del Gobierno de Aragón que dé marcha atrás en tamaño despropósito y trate de evitar, desde la responsabilidad política y el conocimiento científico, un cisma ortográfico de consecuencias irreversibles para el maltrecho patrimonio lingüístico aragonés.

Consello D´A Fabla Aragonesa,
Rolde de Estudios Aragoneses,
Sociedad Cultural Aladrada,
Boira

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