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LA VOZ DE LAS REIVINDICACIONES, LA REALIDAD CULTURAL EN ARAGONÉS Y CATALÁN

Mallacán es el grupo que canta en aragonés que más fronteras ha traspasado con su música

No han faltado voces que les han dicho que deberían cantar en castellano para tener más éxito pero ellos ni se lo han planteado: "Nunca hemos pensado hacer otra cosa porque no nos apetece", arranca Arturo Sánchez (batería) que va más allá: "Si no cantáramos en aragonés, nos pondríamos otro nombre y no haríamos lo mismo". Mallacán hace referencia a un terreno pedregoso en el que es casi imposible que pueda crecer nada. No deja de ser un simbolismo y algo que ha marcado carácter desde siempre al grupo que más lejos ha llevado la lengua aragonesa ya que ha visitado países como Japón, Francia o Alemania. "Desde el principio, los que comenzaron el grupo decidieron apostar por el aragonés como vehículo de expresión y sobre todo para apoyar la lengua que está en tan mala situación", asegura Sánchez al que apunta Álex García (trombón, percusión y voces): "Las lenguas no son más que una forma de comunicación, lo que ocurre es que, como es tan minoritaria, se convierte en una reivindicación que en realidad no tendría que serlo porque uno canta en la lengua que quiere, en la que se expresa o en la que quiere comunicarse".

No es la única reivindicación que tiene Mallacán ya que, desde los inicios, se ha caracterizado por denunciar diferentes injusticias que se producen en el mundo: "No somos altavoz de nada pero sí queremos llamar la atención sobre cosas que creemos merecen la pena ser atendidas o escuchadas y que no se las tiene en cuenta. Si sirve para que alguien le cale el mensaje, el objetivo está cumplido", señala García. En las letras de sus cinco trabajos (cuatro largos y una maqueta), la banda aragonesa no ha dudado en denunciar diferentes situaciones como la violencia de género, los conflictos armados en diferentes partes del mundo, pero sin dejar nunca de lado Aragón llamando la atención sobre los trasvases, el desalojo de pueblos por los embalses o la despoblación.

Para ello, el grupo, desde el inicio, ha optado por el rock al que han introducido instrumentos tradicionales aragoneses, que hace veinte años cuando empezó la banda no dejaba de ser otra llamada de atención : "Ahora es fácil ver a chavales tocando la gaita o la dulzaina pero hace diez años o quince se renegaba de ellos y sacarlos a un escenario es nuestro granito de arena también para ponerlos en valor. La base de Mallacán es rock, aunque luego estemos abiertos a miles de estilos e instrumentos", expone García.

"La cuestión es que la gente puede conocer muchas cosas con la música. A mí me ha pasado --apunta Sánchez--. He accedido a muchas ideas y pensamientos a través de la música y, como yo, el resto del grupo. Yo empecé a escuchar bandas de punk y es una forma muy fácil de conocer cosas como la insumisión, el movimiento okupa... Es una manera muy accesible de descubrir cosas". Algo que ellos mismos han comprobado en sus giras: "La gente te escucha y dice '¿estos en qué cantan?'. Hay mucha gente fuera de Aragón que ha conocido el aragonés por nosotros. Con la música se conoce mucho. A eso hay que unir que nosotros nunca hemos entendido la música como cantar cosas sin sentido, siempre ha habido algo social, de protesta, aunque a mí no me gusta llamarlo así porque parece que te estás quejando de todo, pero sí hemos querido siempre llamar la atención". Su compañero de banda asiente y le apunta: "Queremos ser un poco un primer paso para dar un toque de atención sobre cosas que están pasando y luego cada persona a nivel individual tiene la oportunidad de informarse más y comprometerse con las causas que quiera. Somos como un escaparate".

Una manera de hacer música y de expresarse que les llevó en el 2010 a realizar una gira por Japón (con su último disco, Mar de suenios). "Para nosotros fue algo natural porque llevamos muchos años cantando en aragonés en sitios donde no se habla. Para un japonés, cualquier lengua europea es muy diferente a su cultura pero lo que sí era especial es que había gente que se sabía hasta las letras por la cultura que tienen allí de formarse", recuerda García. "Si te digo la verdad --comienza Sánchez-- había más normalidad allí que en muchos sitios, incluso en Zaragoza. Hablaba un idioma que no hablaban ellos y ya está. No había más". "No tenían ningún perjuicio, les gustaba la música. A veces, te encuentras muchos y tienes que estar siempre dando explicaciones, que no es catalán lo que cantamos ni somos gallegos aunque llevemos gaitas. Aquí, a veces está muy politizado, y nos hemos encontrado rechazos simplemente por eso. Fuera no hemos tenido ese problema, hemos estado en Alemania, Francia... y ahí solo es música", señala García. "Fuera de Aragón, la gente lo acepta, mientras que aquí algunos siempre te dicen 'mira estos, llevan el cachirulo a rosca'. Y es muy triste porque no deja de ser una expresión cultural que hay quien la entiende o no pero hay que respetar, que cada uno haga lo que le dé la gana", dice el batería, que prosigue: "No deja de ser una historia cultural pura y dura, que no política por mucho que se empeñen. En una lengua que existe y que es tan válida como otras, igual que los instrumentos tradicionales. Es un patrimonio igual que lo puede ser un cuadro de Goya, o un retablo de la virgen. Me parecería una barbaridad que le pegaran fuego".

Inevitablemente, la conversación acaba derivando en la nueva ley de lenguas, aprobada recientemente por las Cortes.

Fuente: www.elperiodicodearagon.com

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