CUANDO PREVALECE LA SINRAZÓN

El discurso sobre las lenguas, en sus aspectos simbólicos e identitarios, se impregna con facilidad de pasiones que nublan la capacidad de raciocinio. Buena muestra de ello es la nueva ley de lenguas impulsada por el PP y secundada por el PAR. Me pregunto por los asesores ¿científicos? de esta ley (si los hay). La transparencia de la actividad política también debería consistir en esto, en identificar a los autores intelectuales de las disposiciones legales. Como es bien sabido, la nueva norma se articula en torno a un solo eje: la oposición, contra toda evidencia científica, a reconocer las hablas orientales de Aragón como parte integrante de la lengua catalana. Para alcanzar su propósito, el legislador renuncia a nombrar el objeto que regula y alude a él mediante circunloquios imposibles que han sido un blanco fácil para la sátira.

Toda planificación que pretenda revitalizar una lengua minorizada y recluida en lo privado debe plantearse la forma bajo la cual dicha lengua puede llegar a funcionar en contextos públicos y formales (educación, medios de comunicación, etc.). Ello requiere, entre otras iniciativas, el desarrollo y la promoción de un modelo de lengua estándar supradialectal que sirva como lugar de encuentro para los hablantes de las distintas variedades (o bien la selección de una de ellas para esa función). Este proceso conlleva una cierta nivelación de variantes (no otra cosa ocurre en castellano), pero, al mismo tiempo, es la garantía de conservación de las hablas populares, que pueden contrastarse con un modelo de referencia, verse reconocidas en él mediante la alfabetización y dialogar en la tensión entre lo culto y lo popular. Por descontado, hay planificaciones de este tipo que no alcanzan el resultado deseado. En cambio, el camino elegido por la nueva ley, que prevé tantos estándares como variedades locales identificables, no cuenta con ningún precedente exitoso. En esas condiciones, la lengua de referencia seguirá siendo el castellano culto que, en definitiva, es lo que se persigue.

Porque, en esencia, lo que el PP-PAR está diciendo es que las lenguas propias de Aragón no deben salir del terreno de lo privado. Y para eso no hacía falta ninguna ley. Rechazan el estándar del catalán por exógeno y el del aragonés por artificial. Si la primera objeción respondiera a una postura lingüística fundada y coherente (y no a una mera opción ideológica), impugnarían también en Aragón el modelo de lengua auspiciado por la RAE y centrado en la variedad castellana de la lengua.

En el caso del aragonés, no ha cuajado un estándar moderno porque, entre otras cosas, requeriría un apoyo institucional del que nunca ha disfrutado. En todo caso, rehusar un modelo estándar por artificioso es tan absurdo como oponerse a que la nieve sea blanca. Ningún estándar es la lengua materna de nadie (por ello, entre otros motivos, las asignaturas de lengua castellana acumulan altos índices de fracaso escolar). Es otro su papel en el entramado dialectal de una lengua. Debatir sobre todo esto exige predisposición al intercambio racional de argumentos. Y, al parecer, para algunos es mucho pedir.

José Luis Aliaga Jiménez,
profesor del Departamento de Lingüística General e Hispanica de la Universidad de Zaragoza

Fuente: Heraldo de Aragón (edición papel)

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